martes, 29 de octubre de 2013

29/10/13

29/10/13

De pequeño mi madre me educó con aquello de 'no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti'. Pensaba que también era 'haz a los demás lo que te gustaría que te hiciesen a ti'. La mayoría de las veces que hacemos un favor a alguien esperamos que nos sea devuelto, tal vez no en la misma forma, pero esperamos algo a cambio. Cuando le haces un favor o tienes un detalle con alguien, que esperas que te sea devuelto  o tengan otro contigo y no es así, te sientes estúpido. Sientes que no te deberías haber molestado. Tras muchos intentos fallidos te cansas de dar y no recibir. Y no sabes que hacer. Eso de que recoges todo lo que siembras no era del todo cierto. Le das vueltas todo el rato, te comes la cabeza. Tratas de lograr comprender a las demás personas, su forma de pensar, saber como ven a través de sus ojos. Llegas a la conclusión de que solo hay dos posibles situaciones: o bien no se dan cuenta de tus esfuerzos o son egoístas y no quieren devolver nada. En este punto tienes dos opciones. La primera, si es egoísta, dejar de dar. La segunda, si no se da cuenta, hacerle ver el esfuerzo que empleas. Incluso cuando tu eres egoísta y haces un esfuerzo, sabes que quieres algo a cambio. La cuestión es que la otra persona se dé cuenta también.

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